2020-06-01 at 19.55.43 (2)

¿QUÉ ME PASA CUANDO SIENTO RECHAZO?

   Ocupada en otros temas que reclaman mi atención, hace días que no escribo aquí. Lo que me mueve hoy, como de costumbre, es un deseo de sondear el océano de mi propia cognición para dejar emerger los significados y propósitos de mis propias experiencias. Extraer y estructurar la información mediante la escritura, me ayuda mucho, va en la dirección de expandir la consciencia, me recarga y renueva mi propósito. Tras la acción motivada de la escritura hay otro propósito que os incluye a vosotras, las personas lectoras, y éste, más que un deseo de confesión, es la apertura de la posibilidad de que mi experiencia y la profunda comprensión de la misma, arrojen un poco de luz a vuestra experiencia. Hoy, al sentarme frente al ordenador y al abrir el documento del libro que estoy escribiendo, una ola intensa de compasión tiraba de mi proceso mental y lo silenciaba, no podía mantener los ojos abiertos, la profundidad de mi sentir dejaba mi mente en blanco. Después de eso, de una forma lenta y serena, mi mente, acostumbrada a indagar, se ha planteado la cuestión profunda de por qué, frente a determinadas conductas y personas, no puedo desplegar mi compasión (aparentemente). Mi deseo es que la respuesta se vaya tejiendo a medida que brotan las palabras de mis dedos, recogida como estoy aún en la profundidad de mi estado introspectivo. El hecho es que frente a determinadas personas y conductas lo que brota de mi interior es una energía de rechazo. Ante todo, debo decir que he aprendido a escuchar y respetar mi sentir, mi emoción y mis pulsaciones energéticas, he aprendido a confiar en lo que mis sistemas sensitivo y cognitivo me dicen, no quiero decir con esto que me cierre a revisión, pero sí, que ¿en qué voy a confiar más que en lo propio e íntimo, cuando, con el tiempo, he aprendido a afinar mis sentidos perceptivos? Hay mucho que decir, pero vamos a ir por partes:

   Es cierto que el propósito final que posibilita la trascendencia de la experiencia en la tercera dimensión es la integración de todo (personas, experiencias, situaciones, vivencias) en el cálido, amable y espacioso espacio compasivo del Corazón. Sí, eso se tiene que producir, sin embargo, eso no puede suceder si no es desde la coherencia y el profundo respeto a la propia pulsación. Estamos aquí, en la tercera dimensión y se nos han caído los velos, o se nos están cayendo, que esconden la verdad de la perversidad del sistema en el que hemos estado existiendo y experimentando los seres humanos. Esa perversidad, inusitadamente extendida a casi todos los ámbitos de nuestra experiencia humana, y la dureza de las experiencias que ello conlleva, nos ha obligado y nos está obligando a hacer una profundísima y honesta revisión de nuestro propio sistema interno y de nuestras circunstancias más inmediatas, una purificación interior que sólo se puede fundamentar en la honestidad y la coherencia, en el profundo respeto de lo que somos y sentimos, en el profundo respeto de nuestra propia limitación. Esa perversidad del sistema y de quienes lo controlan, esa intención predadora y ansiosa de acapararlo todo y devorar las almas humanas mediante la usurpación de nuestra inocencia, nos obliga a protegernos con inteligencia. Pero lo que hasta ahora ha estado sucediendo, es que frente a esta realidad disfuncional en la que hemos crecido, lo que nuestra personalidad hizo fue desarrollar, de forma inconsciente, mecanismos adaptativos y de defensa para sobrevivir, nos vestimos con un traje tejido de estrategias y vanidades, y confundimos el triunfo del ego con el verdadero propósito de la existencia. Esto ya no nos sirve más. El ego, que ha tenido su función y aún la tiene, debe estar al servicio del propósito superior de la consciencia, y esto no se puede subvertir si es que aspiramos a la trascendencia. Si nuestros recursos, capacidades y habilidades humanas continúan al servicio el ego, ahora, ya no sólo es que eso nos prive de la autenticidad del ser, sino que nos convierte en carnaza para el depredador. Protegernos con inteligencia es, ahora, más necesario que nunca, es una prioridad. Esto implica, en primer término, discernir con suma atención, lo verdadero de lo falso de la propia pulsación. La protección, por cierto infalible, se despliega de forma orgánica y natural desde el espacio amoroso del propio Corazón, esto sucede cuando nuestra referencia está en la verdad interior, lo que implica la voluntad activa de mirar para ver, sobreponiéndonos al habitual discurso del juicio y al yugo de la culpabilidad, tan afines a la vibración del ego. El ego, extremadamente habilidoso, nos confunde y nos lleva a perseguir las expectativas que pensamos satisfarán la imagen ficticia de quienes pretendemos ser, alejándonos de quien somos verdaderamente. Cada quien tiene que realizar ese trabajo minucioso y sostenido en el tiempo, en la intimidad de su propio ser. La mayor amenaza se esconde en nuestra propia confusión. Cuando nos habituamos a hacer ese profundo y honesto trabajo de revisión, es cuando empezamos a velar, verdaderamente, por la calidad de nuestras relaciones. Esto me remite a la pregunta inicial ¿por qué frente a determinadas conductas y personas lo que brota de mi interior es una energía de rechazo, por qué no puedo, aparentemente, desplegar mi compasión en estos casos? Anhelo la autenticidad, en primer lugar, me interesa la mía y en segundo lugar, me interesan las relaciones fundamentadas en ella. El Amor no se puede desplegar cuando no hay autenticidad. La falsedad está cayendo y en su caída arrastra a quienes no son capaces de anclarse y comprometerse con este propósito. No puedo negar que soy exigente, para transitar ese proceso de volver a la autenticidad hay que serlo, aunque sí, es necesario, distinguir la exigencia de la rigidez. Más allá de cualquier razonamiento, la afinidad o el rechazo se producen de forma natural, como una consecuencia de la calidad de la vibración. Esa experiencia de rechazo es, en realidad un mecanismo de protección. La protección que de momento, dadas las circunstancias, es muy necesaria, se encuentra en la coherencia que nos permite anclarnos en el Corazón. No estamos aún en un estado de iluminación tal que nos permita sustraernos completamente de la falsedad. Velar por la calidad de nuestra propia vibración es una cuestión de responsabilidad individual. Dos opciones, a las que se les ha llamado líneas de tiempo, se separan cada vez más la una de la otra. Una tiene que ver con el profundo compromiso individual de vibrar en la autenticidad del ser; la otra opción conduce a la autodestrucción y tiene que ver con el engaño; lamentablemente, las personas que inconscientemente eligen esta opción, son depredadoras, porque sin saberlo, se están negando la conexión con la Fuente. En este punto es preciso aclarar, que la veracidad va mucho más allá de descubrir las mentiras de los relatos que el sistema nos vende y en los que hemos estado creyendo, la veracidad tiene que ver, sobre todo, con discriminar en el propio interior, lo verdadero de lo falso. Dicho se de paso, es muy fácil perderse en el falso propósito de desmantelar la falsedad del afuera, esa es otra hábil estrategia del ego para alejarnos del verdadero propósito redentor, que se fundamenta, y sólo se fundamenta, en el compromiso con el propio trabajo interior, en el sentido de lo que se ha estado exponiendo más arriba. Ese rechazo que siento y que respeto, no es un rechazo al ser, que está ahí escondido tras las máscaras del ego, tiene que ver con protegerme de la depredación. Es un momento muy, muy delicado, y es una prioridad la de protegernos de las fuerzas involutivas, pues son una amenaza real y no hay que subestimarlas. Tal es mi percepción y así lo expongo. Cuando soy coherente y respetuosa con lo que siento y me puedo sustraer de la dureza de estas situaciones de rechazo cuando se producen, entonces es cuando surge la compasión y soy capaz de reconocer que el Amor de mi Corazón siempre está ahí presente, como está el Amor en tu Corazón.

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