DE LA MANO DE SERGI TORRES
Como dice Sergi Torres en su última charla, necesitamos narrar el suceso constantemente para mantenerlo vigente, para dilatarlo en el tiempo. Incluyo en la descripción de “narrar el suceso” al acto obsesivo de la mente de volver una y otra vez al suceso, indistintamente de si se lo narramos a alguien o no. Sucede que cuando nos saciamos de la narración del mismo y aparentemente nos olvidamos de él, aparece otro suceso susceptible de captar nuestra atención hasta el punto de volvernos a obsesionar. Aparece un nuevo suceso que nos mantiene en la polaridad, una nueva situación que nos permita justificar nuestra oposición. Nos mantenemos aferrad@s a este tipo de situaciones de forma que las mismas justifiquen nuestra ausencia, ausencia en el sentido de huida del miedo, el cual nos va a seguir persiguiendo para que podamos seguir narrando -atrayendo- aquello que lo provoca. Me ha vuelto a suceder, pero sé que el suceso no está carente de propósito. Vivimos en un bucle que se retroalimenta por falta del elemento de la Consciencia. La Consciencia constituye el centro, el equilibrio entre las polaridades. El propósito del suceso constituye una nueva oportunidad de autoconsciencia. La Consciencia me invita -nos invita- constantemente a realizar un reencuentro, un reencuentro conmigo misma. Cuando ese reencuentro se produce, podemos percibir con claridad que quien se presenta frente a mí como “el otro” es, en realidad, un reflejo de mí misma. Aquello o aquellas personas que aparecen frente a mí, son, justamente, aquellos reflejos que necesito ver para que, entre otras cosas, pueda observar mis relatos y cómo me aferro a ellos. El ego (me refiero al ego como al yo condicionado) se aferra a esa realidad obsoleta que nos conduce directamente a la decrepitud y putrefacción. Y aunque este último término suene fuerte, y a pesar del miedo que le tenemos a esa experiencia, la misma tiene su propósito y por lo tanto su propia belleza, puesto que la putrefacción o descomposición se encargan de hacer desaparecer lo superfluo, lo que ya no sirve, en un proceso de transmutación.
La libertad real se sustrae de la oposición. No hay libertad en la oposición, por eso, a pesar de ser una persona que vive y ha vivido muy al margen de los cánones de la sociedad -entiéndase muy a mi bola- con frecuencia, cuando surgen sucesos conflictivos, no me siento libre, lo cual no quiere decir que no lo sea. Me soy cuenta de mis intentos de huir de la oposición, y me doy cuenta de que esos intentos son los que me alejan de la libertad porque cuando huyo de la oposición me opongo a la oposición… parece un juego de palabras, pero es más que eso.
A mayor polarización de la sociedad, mayor oportunidad en el campo. El elemento oportunista es la Consciencia, si se me permite la broma. La Vida me está invitando, cada vez con mayor intensidad, a que me sustraiga de la oposición. Puedo elegir no hacerlo y experimentar el descenso definitivo al infierno en el que en última instancia ardería mi ego. Pero también puedo elegir la libertad, la libertad para ver e integrar definitivamente que lo que sucede y quien o quienes aparentemente provocan lo que sucede, son una expresión más de mi creación y por lo tanto de mí misma, por lo tanto, no tiene sentido que me oponga a ello. Sé que no es fácil porque me tira -nos tira- una fuerte inercia mental de muchos eones de tiempo funcionando en una tercera dimensión terriblemente condicionada, sin embargo, también palpita dentro de mí un fuerte anhelo de liberación, y esa es la llamada de la Consciencia que me sugiere una y otra vez que, si tomo decisiones, lo haga desde la verdadera libertad que no tiene nada que ver con tomar una opción u otra de todas las opciones disponibles, pues la verdadera libertad sigue siendo libertad indistintamente de la opción elegida. Gracias, Sergi Torres.