Cierro mis ojos húmedos y veo brotar de mi Corazón un flujo de compasión, un anhelo infinito de paz. Me doy cuenta de que no es una experiencia sólo mía, es una experiencia colectiva, una dulce experiencia ansiada por mucho tiempo por nuestros corazones que espera pacientemente a que cada vez más personas la descubran. Es una experiencia con el enorme potencial de resolver de un suave plumazo la desdicha, el sinsentido, capaz de convertir la soledad en solidaridad, la confusión en comprensión profunda, el dolor en determinación de Amor. Veo manos suavemente enlazadas, miradas de complicidad, sonrisas de reconocimiento, abrazos de infinita alegría. Veo en la humanidad un gran propósito de paz sin precedentes. Veo a tantas almas suscribir la oración que reza: “Haz de mí un instrumento de Tu Paz”.
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