Es ahora la música una senda que me lleva al Espíritu, al interior de mi ser. Aquí en este lugar conecto con mis más elevados deseos de Amor y Liberación, respiro la Firmeza del Padre, la Bondad de la Madre, la Bondad del Padre, la Firmeza de la Madre. Mis ojos se ponen acuosos. Desde mi condición de ser humano, coartada en mis libertades básicas, no comprendo el sentido de este confinamiento, algo en mí se revela; no obstante, como sucede habitualmente, la introspección me revela cosas: El ansia de liberación necesita crecer en nuestro interior, hacerse más consciente. Esta situación trágica nos invita a indagar el sentido que para cada quien tiene la palabra liberación. ¿De qué nos queremos liberar?
Aunque sé que es una percepción subjetiva, me siento sola, no es algo nuevo, es un sentimiento que aparece con cierta frecuencia. Me siento sola y despojada de la complicidad y del afecto de la compañía. Me siento sola en mi visión, en mi percepción de la realidad. Hay un cierto grado de sufrimiento en esta percepción. Cierro los ojos, me llevo suavemente las manos al Corazón y con un gesto lento de apertura de brazos entrego al Espíritu mi desasosiego: Toma, te lo entrego, te amo, me quiero rendir, me quiero rendir, tómame de la mano y guíame. Quiero ver esto de otra manera, de forma que no me genere sufrimiento, sino paz y sosiego.
Se dice que se puede ser libre en una cárcel ¿libre en qué sentido? ¿libre hasta qué punto? porque yo me pregunto, si hay sufrimiento ¿hay libertad? Lo que sí puedo afirmar es que vivimos encerrad@s en la prisión de nuestra propia mente. Al fin y al cabo, lo que se plasma en la pantalla de nuestra realidad es fruto directo de nuestra creación, es el ingenioso y perfecto mecanismo (si es que hubiera palabras para definirlo) que nos permite reconocer lo que hay en nuestro interior que de otra forma no veríamos.