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¿QUÉ ES SABER LA VERDAD?

   Según mi percepción, saber la verdad es tener el conocimiento de los hechos, subrayo: tener el conocimiento de los hechos. Pareciera algo muy simple, pero no lo es. La verdad es la puerta a la libertad, vaya esta premisa por delante. La verdad es un campo extensible al infinito que encierra múltiples niveles, estratos y dimensiones, pero para acceder a la verdad más extensa y amplia hay que empezar por tener un interés honesto y genuino en el conocimiento del propio interior, en el conocimiento de lo más cercano e íntimo hasta la máxima profundidad posible, en cuanto que todo ello constituye lo propio, lo que nos conforma, condiciona y define. Esto también pareciera algo muy simple, pero no lo es. Conocer los hechos que acontecen y constituyen nuestro propio interior es una proeza que requiere mucho coraje. Aquello del propio interior que aún no ha sido sondeado es lo que constituye nuestra sombra. Allí se esconden los monstruos, las amenazas reales y ficticias, las trampas, pero también los potenciales.

   En este sentido, la búsqueda de la verdad comienza por una exploración sostenida en el tiempo de la propia persona, basada en la observación incansable del propio comportamiento, del comportamiento de la propia mente, del movimiento y la calidad del propio pensamiento, del propio relato, del propio discurso; en la observación de las creencias adquiridas que validamos y hacemos propias; en la observación de nuestros juicios y de la poderosa inercia de los mismos; así como en la observación de nuestro sentir, de nuestras emociones y de nuestros estados de ánimo, de cómo estos fluctúan a merced de nuestros juicios y pensamientos. Se trata de descubrir el programa automático y autoejecutable con el que cada persona individual ha estado funcionando y sosteniendo la realidad colectiva. El mundo interior es un basto mundo, aún desconocido para la mayoría. El conocimiento de los hechos pasa en primer término por el conocimiento de los hechos que ocurren en el interior de nuestro propio sistema. La total confianza en mí misma, así como la total confianza en ti mism@, no puede de ninguna forma sustentarse en el desconocimiento. La ignorancia es un terreno absolutamente resbaladizo, en ella se erige la programación que sostiene la falsedad del mundo en el que vivimos.

   Para hacer una profunda y sostenida exploración del propio interior y no sucumbir en el intento, es imprescindible hacer un anclaje de consciencia en la dimensión Espiritual del Ser, lo cual significa referenciarse en el Templo del propio Corazón, habitáculo de la Divinidad Interior. Ese Espacio Divino dentro de cada quien trasciende el afianzado hábito de la mente racional de juzgar y culpar. El juicio pierde credibilidad y poder cuando puede observarse en referencia a este espacio Divino y trascendente que constituye nuestro Ser Real. No es que el juicio desaparezca, aunque a larga es cierto que disminuye, pero con la práctica aprenderemos a no creer en él. Dicho sea de paso, la referencia en el propio Corazón es la práctica por excelencia del Agni Yoga, Yoga de Fuego o Yoga de Síntesis, el anclaje que nos permite trascender la inercia enjuiciadora de la mente racional o mente inferior que tan estrechamente nos vincula con la culpa. Sólo en el Corazón se produce la síntesis como la expresión que es de la Verdad con mayúsculas. Pero de este tema hablaremos en otra ocasión, mi interés ahora es volver a la cuestión planteada más arriba y que da pie a este artículo.

   Si bien el conocimiento de la verdad necesita fundamentarse en el compromiso del propio conocimiento, más allá de eso la búsqueda de la verdad debe hacerse extensiva al mundo exterior, al mundo de las causas, al mundo de los efectos y al mundo de las relaciones entre los seres y de las relaciones entre cada quien y todos los elementos que conforman la realidad. Aprender a mirar para ver es también cuestión de práctica. El mundo fenoménico es de por sí un mundo ilusorio y engañoso. A esto se le suma que nuestro mundo, el sistema de nuestra humanidad habitando el planeta Tierra, esta tomado, hoy por hoy y desde hace milenios, por élites satánicas, es un mundo secuestrado por satán (lamento que suene tan fuerte, pero esa es la realidad). Esta élite satánica está infiltrada en todos los recovecos del sistema y constituye la cúspide de los gobiernos de la mayoría de los países del mundo. Esto significa que para conocer la verdad de lo que sucede en el mundo no nos podemos fundamentar en los medios de desinformación oficiales, absolutamente comprados por las élites poseedoras de los recursos del planeta, materiales e inmateriales. Precisamos ir más allá, con coraje y determinación, y buscar información fuera de los circuitos oficiales, cotejarla, contrastarla, discriminar-la y seleccionarla. En esta búsqueda comprometida y desde mi punto de vista necesaria, vamos alcanzando cotas cada vez más profundas en un movimiento interno e íntimo mediante el que se va tejiendo nuestra valiosa y ansiada libertad. No hay otra forma.    Niveles de implicación hay muchos, pero el auténtico y profundo compromiso es uno e ineludible: el compromiso con la verdad, acicate único de nuestra libertad humana, individual y colectiva. Mientras se desconozca la verdad, la falsedad seguirá dominándonos y seguiremos siendo esclavos de quienes falsean la realidad.

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