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EL ENEMIGO INVISIBLE

   He visto un vídeo de Lourdes Resollo[1], no la conocía, la he conocido a través de un discurso grabado y colgado en Youtube, su lucidez, honestidad y contundencia me han llegado al alma. No puedo por menos que asentir a todo lo que ella expone y no sólo eso, escucharla, no sólo me alinea con mi propósito (más adelante volveré a ello) sino que su discurso, la estructura de su discurso y los temas que aborda, me vienen como anillo al dedo para ordenar mi propio discurso que, en estos momentos de mi vida gira, precisamente, entorno a el tema del enemigo invisible, ese, que la mayoría de nosotr@s llevamos dentro (más adelante desarrollaré esta idea). Y cierto es que no existen las casualidades, por lo que mi profundo, honesto y sostenido deseo de resolución halla ahora refuerzos en el discurso de Lourdes.

   Empieza su discurso señalando el enemigo invisible: la manipulación; reflexionando sobre el hecho de que no se puede combatir aquello que no se ve o no se percibe. Matiza que las armas que se han utilizado socialmente para someter son de manipulación psicológica y que la más importante de ellas es el miedo. Añade que los dos miedos que han contribuido y contribuyen a que avance el plan perverso de las élites[2] son el miedo a la muerte y el miedo a ser denostad@. Sigue su discurso con observaciones muy lúcidas en relación a lo que está pasando (recomiendo encarecidamente su discurso). Me detengo en una de sus reflexiones: vivimos en una ilusión de libertad. Es un hecho, un hecho que nos afecta a tod@s o a casi tod@s. Se podría suponer que quienes estamos conscientes de este hecho (yo me incluyo en este grupo) somos más libres que quienes no lo están. Sin embargo, me atrevo a afirmar con contundencia, que tod@s o casi tod@s vivimos prisioner@s en algún tipo de prisión psicológica, de otra forma, no estaríamos aquí. Voy a hablar de mi propia experiencia: talvez en algún momento puedo haber caído en la ilusión de que soy más libre que la mayoría por el hecho de que muchas, muchísimas veces veo la realidad detrás de las apariencias y por el hecho de que desde que tengo uso de razón he sido capaz de percibir la manipulación mediática, la falsedad en la política, el adoctrinamiento social, etc. y la perversa conspiración que se cierne sobre la humanidad; esto me ha permitido, no sólo darme cuenta desde el minuto cero de la farsa que nos estaban colando, sino también, mantenerme firme siempre, en todo momento y situación, en el incumplimiento de las normas tiránicas que iban implementando, como fueron la imposición de la mascarilla o la prohibición de salir a la calle: jamás me puse la mascarilla y salía a la calle de mi casa cuando me daba la gana. Sin embargo, soy consciente -y llevo mucho tiempo “luchando contra ello”- de que soy, aun a pesar de estar despierta en relación a la realidad social y colectiva, prisionera de mi propio condicionamiento (adquirido contra mi voluntad, eso sí) y que el enemigo que llevo dentro se refleja fuera en forma de determinadas contingencias con las que he ido lidiando y sigo lidiando todavía a día de hoy (aunque no me rindo, sea dicho de paso). Y aquí es donde yo me desnudo (aunque no es la primera vez que lo hago):

   Elegí para nacer una familia con patología severa. Mi padre era un narcisista perverso, un ser muy inteligente con un cuadro patológico complejo, un maestro de la manipulación con una buena reputación social, mi madre, que nunca ejerció de madre, talvez no llegaba a su nivel de corrupción, pero estaba tremendamente condicionada, frustrada y profundamente confundida. Se evadía en fantasías de ostentación además de con la bebida. Sufrí mucho. Sufrí extorsión y abusos de diversas índoles por parte de mis propios progenitores y en mi periplo adquirí la indefensión aprendida. A consecuencia de ello me fui encontrando en mi vida con muchas otras situaciones de maltrato, viví en el más absoluto desamparo y crecí con mucha inseguridad relacional y con la autoestima por los suelos, y dado que tendemos a repetir patrones y a atraer a nuestras vidas aquello que nos es familiar, mis relaciones personales, en especial las de pareja, fueron un desastre, solía atraer hombres con características y conductas similares a las de mi padre. Y aunque -gracias a mi arduo trabajo en pos de mi “felicidad” (lo digo con cierta ironía)-  a partir de un cierto momento, la cosa se suavizó, en el sentido de que la última relación de pareja que tuve, de la cual me separé hace 17 años, no llegó al nivel de disfuncionalidad que viví en mis relaciones anteriores, a pesar, así mismo, de todos estos años de soledad y aislamiento dedicados a ir hacia dentro y a indagar dentro de mí para desentrañar el quid de la cuestión y liberarme de la tiranía, a pesar de que he necesitado creer en mi propia libertad para justificar la renuncia “forzada” a uno de los aspectos que considero más importantes de la vida, como son las relaciones de amor y de apoyo, a pesar de todo ello, la vida me ha mostrado con contundencia que aún llevaba dentro al feroz enemigo:

   El hecho es que, hace casi un año y medio, vendí lo que era mi primera vivienda para hacer realidad un sueño que llevaba años sosteniendo: irme a vivir en plena naturaleza. Resulta que compré una propiedad en un lugar remoto en la montaña en el que sólo había dos habitantes. Uno se murió hace once meses, un hombre afable y bonachón, y el otro resulta que es un psicópata narcisista, una persona muy básica y territorial que no me quiere aquí y que me está haciendo la vida imposible con actos perversos y conductas agresivas y hostiles. Un hombre que, como muchos de estos sociópatas, está socialmente bien considerado, y que se cuida muy mucho de mantener alta su buena reputación. O sea, que llevo tantísimos años renunciando a la vida de pareja para crecer interiormente y no volver a caer nunca más en los ardides de la perversidad y voy y me “encuentro” con un psicópata que, por falta de la figura de la pareja, me aparece en la figura de mi vecino ¡tiene guasa la cosa! Pero como nada sucede por casualidad y nada carece de propósito, toda esta situación me brinda una maravillosa oportunidad para revisar con suma atención y cariño los patrones psicológicos que se vienen ejecutando en algunas de mis relaciones, los míos propios y los que me encuentro como repuesta de los míos en el prójimo. Toda esta situación personal, así como la colectiva, me brinda una valiosa oportunidad de revisión y cuestionamiento profundo de la concepción que yo tenía de la realidad a muchos niveles, porque he podido comprobar que el nivel de engaño, individual y colectivo, tiene una magnitud mucho mayor de lo que sospechaba. En mi caso, resulta, que el aislamiento que en cierta manera me ha servido para protegerme, además de que me ha permitido hacer mucho trabajo de introspección, ahora, en la situación que estoy viviendo, se ha convertido en una trampa. El anhelo de vivir aislada en un lugar remoto en la naturaleza salvaje, ha resultado ser el escenario de una gran indefensión. Aunque no sería justo dejar de mencionar que persigo un proyecto de comunidad y que sostengo en mi corazón, como el propósito más importante de mi vida, el establecer vínculos amorosos y saludables, siendo además mi deseo cocrear una red de relaciones basadas en el apoyo mutuo; esta es la razón por la que compré esta finca, motivada por el deseo de llevar a cabo ese proyecto; pero la realidad hoy por hoy es que lo de la comunidad no forma parte de mi presente y que, por el momento, no vislumbro como alcanzar mi objetivo.

   A pesar de toda la indefensión aprendida, de todos los condicionantes que me han privado de una vida rica en relaciones de apoyo, no sólo estoy aprendiendo a relacionarme, no sólo estoy abriéndome a posibilidades nuevas y reales, sino que debo decir a mi favor que hay algo potente dentro de mí que me permite perseverar y seguir adelante sin sucumbir al desánimo. Debo decir a mi favor que me reinvento cada día y no renuncio a la certeza, sino todo lo contrario, de que, como dice Lourdes, no hay nada más valioso para el ser humano que el vínculo, el vínculo amoroso y saludable. Así que, consciente de mis limitaciones humanas y mis condicionamientos, lo que me queda, además de hacer lo que humanamente está en mi mano, es encomendarme a mi Divinidad interna para que Ella se haga cargo de todo aquello a lo que yo no llego. Lo que afirmo con contundencia, dado el grado de saturación al que he llegado por mi experiencia de vida, es que: no consiento la tiranía, no consiento el abuso, no consiento la perversión, no la consiento para mi vida, y estoy resuelta a protegerme de la misma, incluso con mi propia vida. Estoy así mismo ocupada, amorosa y conscientemente ocupada, en reconstituir mi autoestima.

   Reitero, es necesario el vínculo, es necesaria la unión y la comunicación honesta y liberada de la manipulación. Para alcanzar esto necesitamos primero amarnos y relacionarnos bien con nosotr@s mism@s, aprender a observarnos amorosamente, pero con resolución y firmeza, pues no podremos crear unión verdadera con nuestro prójimo mientras sigamos siendo un@s grandes desconocid@s para nosotr@s mism@s.


[1] https://www.youtube.com/watch?v=OJLwwPU_6kQ

[2] Téngase en cuenta que me estoy haciendo eco de algunas de las ideas que ella expone utilizando mis propias palabras y que algunas de sus ideas me suscitan reflexiones propias.

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